lunes, 15 de junio de 2009


Anxo Pintos


Con una madre que cantaba ópera y zarzuela y un padre que también se dedicaba a la música y el baile tradicional como aficionado, Anxo Pintos tenía muchas papeletas para que la música se fuese introduciendo en su vida hasta hacerse con ella por completo, como también le pasó a sus hermanos, Silvia Superstar (Killer Barbies) y Gael Pintos. A los 8 años empezó a recibir sus primeras clases. El órgano de dos pedales fue su primer instrumento y poco a poco fue añadiendo artefactos sonoros a su aprendizaje hasta convertirse, en la actualidad, en un hombre orquesta al que pocos instrumentos se le resisten. Y no ha terminado de aprender. Curiosamente, él sigue el proceso inverso al de la mayoría de los mortales. La guitarra, que es el típico instrumento con el que miles de niños se inician, es justamente el que está ahora aprendiendo a tocar.

Además de compartir la música con el público, el componente de Berrogüetto, formación que ahora compagina con el trío Lizgairo junto a Rodrigo Romaní y Xosé Liz, también comparte sus saberes dedicándose a la docencia en la E-Trad.

La escuela municipal escindida de la de Artes e Oficios, aunque se ubica en la misma sede, es un centro independiente que se ha especializado. Según explica, «la Consejería de Educación vio la oportunidad de potenciar y dar una dimensión más grande al departamento de música tradicional y estamos muy agradecidos, porque nos ha permitido hacer un plan de estudios ambicioso. Ahora en E-Trad no se aprende únicamente una especialidad instrumental como la zanfona o el arpa, sino que además se dispone de toda una serie de asignaturas complementarias que permiten al alumno salir formado como un profesional de la música tradicional. ». La E-Trad, además, ofrece dos ciclos diferentes, uno aficionado, de dos años, y el profesional, en el que los alumnos salen preparados también como maestros.

Por deformación profesional, en su casa acumula numerosos aparatos musicales. «No soy un coleccionista, lo que pasa es que al final acabas juntándote con un montón de rarezas, instrumentos, libros, métodos, partituras y muchos CD's que normalmente no se encuentran enlas estanterías de la mayor parte de las casas».

Piezas artesanales

Además de sus violines y saxos, Pintos siente especial admiración por la zanfona. Tiene dos piezas artesanales, una gallega firmada por el vigués Xaime Rivas que cuida desde 1991 y una espectacular zanfonña de color azul eléctrico de Carlos do Viso, pero la familia está a punto de crecer: «En menos de un mes tendré otra que está construyendo el artesano de Marín, Xaime Rebollo. Se trata de un modelo ultrareducido para poder llevarla conmigo en la cabina de los aviones, que es algo que siempre me causa problemas», cuenta. Según explica Pintos, las zanfonas contemporáneas «tienen un sonido ligeramente más duro y agresivo que las gallegas, lo que permiten tocar junto con una gaita sin tener que amplificar el sonido».

Además de atesorar sus zanfonas, el intérprete y compositor vigués almacena decenas de punteros de gaita. «La mayoría fueron hechos por el artenaso de O Rosal, Alfonso Castro. Cuando hace algún prototipo nuevo me lo pasa para que lo pruebe. Es fundamental que haya esa colaboración para los constructores puedan mejorar su trabajo». Y junto a los punteros conviven flautas. Algunas exóticas, como un duduk que le compró a Djivan Gasparian, el ilustre flautista armenio. «Cuando viajo siempre aprovecho para comprar instrumentos, debido a que prefiero tener trato directamente con los artesanos en lugar de comprar en tiendas», asegura.

El camino del folk

Pintos se decantó por los caminos del folk en la adolescencia, cuando descubrió el mundo que se le abría en el Obradoiro de Gaitas e Zanfonas que dirigía Antón Corral en la Escola de Artes e Oficios. «Tuve mucha suerte porque por allí pasaron muchos músicos y artesanos que fueron permitiendo a todos tener una visión en conjunto de lo que teníamos aquí y de lo que se estaba haciendo fuera, lo que fue enormemente enriquecedor», asegura. Allí, Anxo Pintos coincidió con Carlos Núñez. «Yo empezé con 14 años y él con 11. De alguna manera fuimos creciendo juntos», recuerda. De hecho, juntos integraron en 1989 con Santiago Cribeiro y Pancho Álvarez el que fue el primer grupo de ambos, Matto Congrio, una banda que fue el gérmen de unas cuantas fructíferas carreras en un incipiente panorama folk en Galicia. «Hicimos en el 91 un único disco, a lo grande en Dublín, en el estudio donde grababa U2, nos gastamos una pasta que no teníamos y tuvimos que pedir un crédito». A finales del 94 se disolvieron y poco después nació Berrogüetto, en la primavera del 95. «Empezamos con tanto furor que a los seis meses ya estábamos tocando un repertorio totalmente nuevo. De los primeros quedamos Cribeiro, Isaac Palacín y yo», cuenta. El grupo lleva cuatro discos editados y están a punto de publicar el quinto, que grabarán después de presentarlo en directo este verano.